La historia oficial de esta peregrinación cuenta que, el cuerpo de Santiago Apóstol, hijo de Zebedeo y hermano de Juan Evangelista, fue descubierto por un pastor llamado Pelayo en un campo de Galicia durante el reinado del rey Alfonso II, en el siglo IX.
Santiago murió unos 800 años antes y, según la leyenda, fue transportado a Galicia (concretamente a la ciudad de Iria Flavia, hoy Padrón, en el Camino Portugués) por dos discípulos en un bote dirigido por ángeles. De alguna manera, su cuerpo fue enterrado en un campo no muy lejos de allí; donde se descubriría unos siglos más tarde.
Informado sobre este importante descubrimiento, el rey Alfonso II construyó una pequeña capilla en este lugar sagrado y más tarde encargaría construir un templo más grande para atraer a peregrinos de todo el mundo, compitiendo con otros importantes centros religiosos de peregrinación como Jerusalén y Roma. En esta época, los edificios religiosos de toda Europa estaban atareados en construir templos con las mejores reliquias para así atraer a peregrinos, consiguiendo así que Santiago de Compostela sea uno de los destinos de peregrinación más importantes del mundo.
El descubrimiento y el desarrollo de la ruta de peregrinación también fue importante desde un punto de vista político, dado que provocó una gran afluencia de cristianos fieles que viajaban por el norte de Iberia, estableciéndose en el Camino y creando fuertes vínculos culturales con el resto de la población europea, se volvió una herramienta muy poderosa para mantener alejados a los Moros.
Sin embargo, también hay una “prehistoria” interesante del Camino, ya que parece ser que el Camino podría haber atraído a peregrinos antes del siglo VIII, concretamente la ruta de la Vía Láctea hasta Fisterra (Finis Terrae). Esta ruta continúa siendo muy popular hoy en día. Se creía que en Fisterra el mundo se acababa, un lugar mágico donde los vivos podían acercarse al mundo de los difuntos, “el otro mundo”.