Origen del Pulpo a Feira
Diego Arias recibió, allá por 1112, por sus fieles servicios a Doña Urraca, el coto de realengo de Marín: un pueblo marinero situado en la Ría de Pontevedra, al quedar viudo, Diego Arias decidió hacerse monje cisterciense en el monasterio de Oseira. Para ser admitido en esta Orden, debía renunciar a todas sus posesiones materiales a favor del monasterio como era costumbre.
Entre los bienes entregados al monasterio estaban los tributos que los marineros marinenses pagaban por el uso y disfrute de las propiedades que Diego Arias había recibido en 1112. Dicha retribución se abonada en forma de pulpo seco, a modo de pago en especie, ya que de esta forma resultaba más duradero y fácil de transportar.
¿Y cómo nace la receta del pulpo á feira?
El pulpo no formaba parte de la dieta habitual que se seguía en los monasterios. Resulta fácil imaginar lo abrumados que se pudieron sentir los monjes ante semejante cantidad de pulpos. Para dar salida a los mismos decidieron repartirlos entre sus feligreses para que se los comieran o comerciaran con ellos: así nacieron los famosos pulpeiros y pulpeiras. Este fenómeno se multiplicó rápidamente por otros monasterios de la Ribeira Sacra como Santo Estevo o Santa María de Montederramo.
De este modo, el pulpo empezó a ser consumido habitualmente en las granjas y, al principio de forma ocasional, en las ferias y mercados. Los habitantes de la Ribeira comenzaron a prepararlo de una forma particular: rehidrataban el pulpo seco, le añadían pimentón, sal gorda y aceite y lo servían sobre un plato de madera, creando así la mítica receta del pulpo á feira.